• 225 017 MI VIDA – TRABAJANDO EN EL HOSPITAL Segunda parte UN ALMA EN CRISTO (1989) Libro 1
    Sep 21 2024
    Un alma en Cristo https://unalmaencristo.my.canva.site/redessociales 🎧 Audio 225 📘 Libro I Un alma en Cristo Capítulo II. MI VIDA Trabajando en el Hospital (II) Vuelvo atrás en mis recuerdos y diré cómo conocí al Dr. N. N. Yo iba a las clases de la Srta. Benedicta Dáiber. No encontraba confesor; los que había conocido no me gustaban, no me iban. Le pregunté a la Sra. Benedicta si conocía algún sitio, alguna Iglesia que fuese de su agrado para ir a confesar. Ella me dijo que iba mucho a Nuestra Señora de Montalegre, la iglesia de la antigua Casa de la Caridad. Fui y me gustó; sobre todo porque me lo había aconsejado mi querida amiga. Pero no acababa de coger a nadie. Lo que contaré a continuación, no es que sea nada raro, sino que veo en ello la mano del Señor para que escogiera el confesor que me convenía. Veréis, yo fui una de las veces a Montalegre y, por casualidad, confesé con el Dr. N .N. Me gustó su forma clara y decidida de hablar. Le pregunté cómo se llamaba y me lo dijo. Ya no fui más en todo un año. Durante ese año pasó algo que hizo que al final me decidiera a volver. Yo tenía un perrito, un bóxer, que era precioso. Lo crié y él siempre venía detrás de mí. (Me voy de un lado a otro, pero no sé cómo explicar las cosas mejor para que me entiendan). Hacía tiempo que yo le pedía al Señor poder «ver» la muerte, no tenerle miedo. Quería familiarizarme con ella para que, cuando me llegara la hora, no le tuviera miedo. Pues bien, vuelvo al perro. Se puso enfermo el pobre animal. La voz me dijo que no era nada. Yo le hice manzanilla y esperé. Al día siguiente continuaba igual. La voz continuaba diciéndome que no era nada. A los tres días al ver que el perro estaba peor, lo llevamos al veterinario. Este le recetó unas pastillas. El pobre me miraba con tanta tristeza como podía. Le daba un yogurt de vez en cuando. Yo estaba decepcionada. La voz me decía que no era nada, pero mi perro empeoraba. Había que darle al perro la última pastilla a las doce de la noche. Yo no me encontraba bien y quería acostarme. Mi hijo se ofreció para esperarse y ayudarme a darle la pastilla. Bajamos al piso de abajo y el perro estaba en su caja. La cabeza la tenía colgando; los ojos, vidriosos, me miraban con angustia; los labios, lacios, se doblaban y los dientes estaban muy apretados. No puedo expresar lo que sentí. No era simplemente la muerte de un perro, sino que fue mucho más. Para mí fue ver la muerte, el horror, lo trágico, el espanto de la propia destrucción: cuando la vida se va y el cuerpo queda en nada. Estuve llorando toda la noche y todo el día. No lloraba tanto a mi perro, como el engaño de la voz, y el espanto de la muerte.
    Era la una del mediodía cuando comprendí que no podía estar como hasta entonces. Era necesario que a mi alma la aconsejara alguien. Entonces me acordé de aquel sacerdote que me había confesado hacía más de un año, y al cual había pedido su teléfono. Llamé enseguida y, cuál no fue mi sorpresa, oír que él era el que cogió el teléfono. Entonces lo encontré casi normal, pues yo no conocía aún a ese sacerdote. Hoy veo que fue una gracia de Dios, ya que el doctor N. N. es un hombre muy ocupado, viaja mucho y, por ello, es difícil encontrarlo.
    Por teléfono le pedí si quería hacerse cargo de mi alma, y me dijo que, de acuerdo, que fuera. Le dije que le tenía que explicar toda mi vida. Para charlar entramos en un despacho grande donde había varias mesas de trabajo. Me gustó el detalle que tuvo cuando se sentó detrás de la mesa para escucharme y sacó un crucifijo grande y lo puso encima. Aquel crucifijo me dio valor y confianza. Así mosén N. es mi confesor y estoy convencida de que, por la gracia de Dios, en él descansa mi alma. Bendigo al Señor por darme tanta ayuda. 𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1989). 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐. 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰
    Show More Show Less
    10 mins
  • 224 016 MI VIDA – TRABAJANDO EN EL HOSPITAL Primera parte UN ALMA EN CRISTO (1989) Libro 1
    Sep 21 2024
    Un alma en Cristo https://unalmaencristo.my.canva.site/redessociales 🎧 Audio 224 📘 Libro I Un alma en Cristo Capitulo II. MI VIDA Trabajando en el Hospital (I) Bien, continúo,ya he rogado al Espíritu Santo que me ayude a recordar, y sobre todo a saberlo escribir dando el sentido exacto de la realidad.
    Como estaba tan sorprendida con lo que me pasaba, me consideraba fuera de lo normal. Por eso empecé a buscar a personas a quienes les hubiera pasado, más o menos, lo mismo que a mí. Me aconsejaron que leyera a Santa Teresa. Empecé a hacerlo, pero tenía tan poco tiempo que cogí la costumbre de leer tres hojas cuando estaba ya en la cama. Luego rezaba el Santo Rosario. Una noche, como todas, así lo hice. Tenía encima de la mesita de noche unas hojas del colegio de mi hija que eran una convocatoria para una reunión de padres. Había leído en el libro de Santa Teresa cuando Jesús le habla por primera vez. Recuerdo que me impresionó mucho y lloré. Me sentía identificada con ella. Dejé sobre la mesita las hojas y el libro cerrado de la Santa, y me dispuse a empezar el rezo del Santo Rosario. De pronto oí como unos fuertes arañazos, como si rasgaran un papel. Es cosa rara, pero no sentí miedo. Me dije: «Bueno, por lo fuerte que rasgan el papel, deberá moverse». Y me quedé mirando un poquito. No vi que nada se moviera. Más tarde pasó lo mismo otra vez. Y así hasta tres veces. Yo continué observando, pero nada vi. A la noche siguiente, cuando ya no me acordaba de lo sucedido, al abrir el libro por la señal donde lo había dejado, vi, con sorpresa, que las hojas que había leído la noche anterior estaban rasgadas, con cortes de diversas formas. Pregunté, y la voz me dijo que era para que viera que no era una ilusión, un hecho irreal, sino una realidad. La voz me decía que debía dejar la tienda y que debía ir a trabajar a un hospital. Todo esto era muy penoso para mí pues no sabía cómo dejar la tienda, ya que estábamos llenos de deudas. Por otra parte, la verdad es que había perdido todo el interés que tuve en otro tiempo por ella. Recuerdo que la moda llegó a ser toda mi vida. Cuando veía entrar a una señora, con mi imaginación ya la había vestido. Pero últimamente llegué a no saber vestir a nadie ¡Qué me importaba cómo fuese vestida una persona! La voz insistía. Yo iba al colegio de adultos, estaba en la tienda, en casa tenía a mi suegra y una mujer que venía dos veces por semana. Suelo decir que cuando el Señor te dice: «Camina», y tú te pones a caminar, Él va y te pone el pie... Al menos ésta es la sensación que yo tuve. Tenía que dejar la tienda, debía estudiar, ir a un Hospital... y lo logré. Pero cuando estaba haciendo el graduado escolar, trabajando por la mañana, haciendo un cursillo de auxiliar de clínica, mi suegra se puso enferma.Cuando terminé el cursillo de auxiliar de clínica, me mandaron a hacer las prácticas al Hospital Clínico de Barcelona, en la sala de traumatología. Como la voz no dejaba de decirme que debía luchar por quedarme a trabajar en el hospital, hablé con la supervisora y le rogué que, cuando hubiera terminado las prácticas, me gustaría quedarme. Ella accedió y me quedé. Trabajaba en el hospital de ocho de la mañana a tres de la tarde. Mientras tanto mi suegra quedó inválida y estaba cada día peor. Necesitaba a una persona para ella sola. A mí me remordía la conciencia tener que dejarla todos los días para ir al hospital. Se lo planteé a mi suegro, y él me dijo que no dejara el trabajo. Cuando yo planteaba a la voz qué debía hacer, me contestaba: «Deja que los muertos entierren a sus muertos». Fue una temporada muy dura. Ahora lo comprendo; entonces no lo comprendía. Había dejado la tienda, con no pocos problemas, con mi amiga, y porque no había nadie para traspasarla; y, si no la traspasaba, no podíamos pagar. Mi suegra tenía arteriosclerosis y cada día estaba peor. De día dormía y de noche no nos dejaba dormir. 𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1989). 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰
    Show More Show Less
    10 mins
  • 223 015 MI VIDA – A CURAR CUERPOS Y ALMAS Cuarta parte UN ALMA EN CRISTO (1989) Libro 1
    Sep 21 2024
    Un alma en Cristo https://unalmaencristo.my.canva.site/redessociales 🎧 Audio 223 📘 Libro I Un alma en Cristo Capítulo II. MI VIDA A curar cuerpos y almas (IV) Un día que estaba orando de rodillas ante el cuadro, vi como de mi mano izquierda desaparecía la piel y se veía las venas y tendones. Éstos también desaparecieron hasta quedar la mano en los huesos. Parecía una garra horrible. La cosa duró unos segundos, pero bastó para que me diera cuenta de cómo me quería a mí misma: de cómo quería a mi cuerpo, de cuánto se ama el hombre a sí mismo. Causó tanta impresión en mí, que estuve una buena temporada acariciándome la mano y, sin darme cuenta, siempre la tenía cogida. Esto me demostró que nada somos en este mundo.
    La voz me decía que tenía que hacer estampas pequeñas.
    Miré detrás del cuatro y observé que se trataba de una editorial de Barcelona. Pude localizar la casa y fuimos mi amiga Ana y yo. El encargado me dijo que nos podían hacer las estampas. Mi hermana Carmen y mi amiga Ana me ayudaron a pagar estas estampas pequeñas. Tuvieron mucha aceptación; causaban impacto. Cuando iba a las clases de Física Mental, nos enseñaron una oración de protección. La voz me dijo que debía dejar de decirla. La oración no había sido compuesta por ningún santo ni por la Iglesia, pero yo me había acostumbrado a ella. Tenía miedo de dejarla pues, con ella, me sentía protegida. Le pedí al Señor que me diera otra, pues tenía miedo. Entonces Él me dictó la Oración de la Luz y me dijo que todo aquel que la recitara, tanto si era creyente como si no lo era, quedaría envuelto en la luz de Dios.
    Más tarde me dijo que debería ir impresa detrás de la estampa del Sagrado Corazón.
    Como ya he dicho más arriba, me pasaba horas contemplando el cuadro. Era mi ilusión. Un día, mejor dicho, una noche, que lo contemplaba desde la cama y sólo tenía la luz de la mesita encendida, ésta iluminaba la parte izquierda del rostro de mi Señor. La voz empezó a decirme: «No tengas miedo, no tengas miedo». Y, poco a poco, fue sacando la cabeza del cuadro. Tuve tanto miedo que sólo puedo decir que, cuando pasó todo y volví a la realidad, a la vez que el Señor sacaba la cabeza, observaba que su nariz, al ser abultada, y venirle la luz de su parte izquierda, le hacía sombra en su lado derecho. Sí, tuve miedo. Ahora, a veces le digo: «Anda, Señor, saca la cabeza.» Y Él me contesta: «No, que tendrás miedo.» Casi cada día pasaba algo. Como tengo mala memoria, han quedado grabadas en mi mente las cosas que más me impresionaron. Fue un tiempo en el cual el Señor constantemente llamaba mi atención. Bien, continuo. Ya he rogado al Espíritu Santo que me ayude a recordar y, sobre todo, a saberlo escribir, dando el sentido exacto de la realidad. 𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1989). 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐. 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰
    Show More Show Less
    7 mins
  • 222 014 MI VIDA – A CURAR CUERPOS Y ALMAS Tercera parte UN ALMA EN CRISTO (1989) Libro 1
    Sep 21 2024
    Un alma en Cristo https://unalmaencristo.my.canva.site/redessociales 🎧 Audio 222 📘 Libro I Un alma en Cristo Capítulo II. MI VIDA A curar cuerpos y almas (III) Desde aquel momento ya San Pancracio desapareció y la voz decía siempre ser Cristo. No puedo recordar tantas y tantas conversaciones que los dos teníamos. Era siempre un diálogo donde el amor se manifestaba claramente, llenándome el alma, descubriendo un amor nuevo y maravilloso. Nadie me amaba tanto, ni nunca me habían dicho palabras tan hermosas. Poco a poco aquel diálogo fue para mí tan necesario como el aire para respirar. Yo quería ser como mi Amado quería que fuera. Por eso fui cambiando mis maneras: vestía de modo sencillo, hasta el punto que me llamaron la atención en mi casa. Fue un cambio tan radical... Recuerdo un día en que yo le dije a la voz: «Señor, te imagino sentado majestuosamente y, delante de ti, una cola de muertos esperando ser juzgados. Yo seré la última. Todos llevarán sus gracias y todo lo bueno que hayan hecho en grandes cestos para ofrecértelos. Todos menos yo, que iré con las manos vacías. Y te diré, enseñándote las manos: «Padre, nada por aquí, nada por ahí». Él me contestó: «𝗛𝗶𝗷𝗮 𝗺í𝗮, 𝗹𝗼𝘀 ú𝗹𝘁𝗶𝗺𝗼𝘀 𝘀𝗲𝗿á𝗻 𝗹𝗼𝘀 𝗽𝗿𝗶𝗺𝗲𝗿𝗼𝘀». Otro día, yo le decía: «Padre, te imagino en medio de un gran rebaño. A tu alrededor ovejas gordas y grandes, serias y respetuosas. Todas te seguirán con paso rápido y seguro. Pero yo soy la oveja más pequeña, la que se acerca al precipicio, la que corre queriendo alcanzar al resto del rebaño y se cae una y otra vez».
    Y Él me dijo: «¿𝗦𝗮𝗯𝗲𝘀 𝗾𝘂é 𝗵𝗮𝗴𝗼 𝗬𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗲𝘀𝗮𝘀 𝗼𝘃𝗲𝗷𝗮𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲 𝗰𝗮𝗲𝗻, 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲 𝗮𝗰𝗲𝗿𝗰𝗮𝗻 𝗮𝗹 𝗽𝗿𝗲𝗰𝗶𝗽𝗶𝗰𝗶𝗼 𝘆 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲 𝗽𝗶𝗲𝗿𝗱𝗲𝗻? 𝗗𝗲𝗷𝗼 𝗲𝗹 𝗿𝗲𝗯𝗮ñ𝗼, 𝗹𝗮𝘀 𝗯𝘂𝘀𝗰𝗼 𝘆 𝗹𝗮𝘀 𝗮𝗰𝗲𝗿𝗰𝗼 𝗮 𝗺𝗶 𝗖𝗼𝗿𝗮𝘇ó𝗻». Un día la voz me dijo que debía repartir imágenes que le representaran como yo le había visto, que debía estudiar y dejar la tienda.
    Yo me preocupaba acerca de cómo encontrar un rostro que se pareciera al que yo había visto, y de cómo dar con los libros que debía leer. Fui a clases de adultos y no tuve problema para entrar.
    La voz me dijo:
    «No has de buscar nada. Todo vendrá a ti».
    Efectivamente, los libros venían a mí sin pedirlos. Aquel verano vino mi hermana de Galicia. Ella no sabía nada de esto; no le había dicho nada pues había tenido mucho trabajo. El regalo que le trajo a mi madre era una lámina del Sagrado Corazón, con el rostro igual a como yo lo había visto. Al verlo, me eché a llorar; no podía creerlo. ¡Rogué a mi hermana me mandara otro para mí! Así lo hizo. Cuando lo tuve, lo puse en mi habitación. No en la cabecera, sino en una pared al lado de la cama, de forma que desde ella pudiera contemplarlo. Me pasaba horas contemplando la imagen. Desde el principio noté que la imagen tenía «algo». Me explicaré. A veces su rostro era muy duro –como manifestando un gran enfado–; aparecía como un rostro distinto: ya sea con el pelo más largo, más claro o rizado, con la cara más cuadrada. Es decir, siendo el mismo, era diferente. A veces lo veía en blanco y negro; otras veces desaparecía el marco. Constantemente llamaba mi atención. Un día una amiga mía que no se encontraba bien, me pidió le llevara el cuadro. Tuve que hacer un pequeño sacrificio para ir. Al volver a mi casa, mi hijo me explicaba cosas del colegio. Nos reíamos y él empezó a correr detrás de mí. Entramos los dos en mi habitación. Se paró en seco y, con cara de sorpresa, me dijo: «Mamá, hay mucho olor a incienso en esta habitación». 𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1989). 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐. 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰
    Show More Show Less
    10 mins
  • 221 013 MI VIDA – A CURAR CUERPOS Y ALMAS Segunda UN ALMA EN CRISTO (1989) Libro 1 parte
    Sep 21 2024
    Un alma en Cristo https://unalmaencristo.my.canva.site/redessociales 🎧 Audio 221 📘 Libro I Un alma en Cristo Capítulo II. MI VIDA A curar cuerpos y almas (II) Llegó el verano y escribí a mi hermana Rosarito, que estaba en Galicia. Le conté lo que me pasaba y lo que las voces me habían dicho. Ella se alarmó y fue a consultárselo a las Carmelitas que hay en un convento de clausura de Orense. Las monjas no le dijeron nada, pero a los dos meses, más o menos, recibí una carta. Recuerdo que la impresión que sentí al cogerla –sólo al cogerla, antes de conocer su contenido– fue de una alegría inexplicable; parecía que el alma quería salirse del cuerpo. La abrí y, junto con la carta de mi hermana, había una de una señora de Barcelona que las Carmelitas habían buscado para que me ayudara. Esta señora decía en su carta que estaba dispuesta a recibirme y a prestarme su ayuda cuando yo quisiera. ¡No agradeceré bastante a Dios y a las Hermanas Carmelitas el haberme dado la oportunidad de conocer a la señorita María Benedicta Dáiber! Dios, que ama tanto a los hombres, había tenido compasión de mí y de mi ignorancia de las cosas de Dios. Había puesto en mi camino una persona santa a la que he querido tanto, y quiero todavía muchísimo, a pesar de que ya no está entre nosotros. Como decía, su carta, en mis manos, me llenaba de alegría. La llamé por teléfono y quedamos para vernos y conocernos un día. Fui a su casa y pienso le daría pena mi forma de vestir, tan mundana; mi forma de hablar. Le expliqué todo tal como me había sucedido. No le oculté nada. En su rostro no observé reacción alguna. Sus ojos me miraban con mucho cariño. Me dijo que estaba a mi disposición para ayudarme. Creía que debía asistir a sus clases. Ya sólo faltaba una para terminar el curso, pero en noviembre empezarían de nuevo. Me rogaba que asistiera a ellas. Aquel año íbamos con la caravana a Andalucía. Desde que vine a Barcelona no había vuelto y, por ello, me hacía mucha ilusión. Salíamos a las cuatro de la mañana porque el viaje era muy largo y, con la caravana sujeta al coche, no podíamos correr mucho. Recuerdo perfectamente el terror que se apoderó de mí cuando, momentos antes de salir, empecé a escuchar una voz amenazadora que me decía: «Sal, sal a la carretera. Te destrozaré, mataré a los tuyos, los verás entre las ruedas, os destrozaré a todos». No dije nada a nadie y me dirigí al Señor diciendo: «Señor, lo he puesto todo en tus manos. Hágase tu divina Voluntad». Salimos y, no habían pasado más de cuatro horas, cuando sentí como me acariciaban la cabeza y una voz me decía: «𝗧𝗿𝗮𝗻𝗾𝘂𝗶𝗹𝗮... 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗼𝘀 𝗽𝗮𝘀𝗮𝗿á». Me dijo que era Cristo y que, por mi confianza, me iría diciendo en todo el viaje lo que sucedería. Así fue. Todo pasó como Él me iba diciendo. Yo tenía miedo de gastar mucho, pues llevábamos poco dinero. Él me dijo: «No temas. Te sobrarán veinte mil pesetas a la vuelta». Ya de vuelta, en Alicante, le pregunté a mi marido cuanto llevábamos. Él me contestó que unas cuarenta mil pesetas. Interiormente me dije: «Se ha equivocado». Pero seguidamente mi marido dijo que había que descontar las veinte de la gasolina; o sea que llevábamos veinte mil, tal como me habían dicho. 𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1989). 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐. 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰
    Show More Show Less
    8 mins
  • 220 012 MI VIDA – A CURAR CUERPOS Y ALMAS Primera 0220 012 MI VIDA – A CURAR CUERPOS Y ALMAS Primera parte parte
    Sep 21 2024
    Un alma en Cristo https://unalmaencristo.my.canva.site/redessociales 🎧 Audio 220 📘 Libro I Un alma en Cristo Capítulo II. MI VIDA A curar cuerpos y almas (I) Pasaban los días y la voz del que decía llamarse San Pancracio no me dejaba. Había días que me dolía incluso la cabeza de tanto oírlo. No callaba nunca en sus alabanzas a Dios.Empezó a decirme que pronto se me diría a lo que yo había venido al mundo. Así un día tras otro, hasta que llegó el día en el que desde la mañana a la noche, su voz me repetía que había llegado la hora en la que me diría a lo que yo había venido.Me tenía aturdida de tanto oírle. Me puse a meditar, como de costumbre, y su voz me dijo –son palabras textuales–: «Ha llegado, alma mía, la hora en la cual se te dirá a lo que has venido al mundo, pero no te lo diré yo: un Ser superior te lo dirá».Y entonces lo vi: vi a la parte de mi derecha a Nuestro Señor Jesucristo. Lo vi de cintura para arriba, de pelo castaño claro. Su rostro irradiaba una belleza esplendorosa. Vestía túnica blanca, cerrada hasta el cuello; manto granate. La mano izquierda la tenía plana encima del pecho y su mano derecha levantada, con la palma hacia fuera medio cerrada. Sólo dos dedos levantados. No sé explicar mejor cómo le vi; las palabras son tan pobres para expresar tanta hermosura... Me dijo: «𝗛𝗮𝘀 𝘃𝗲𝗻𝗶𝗱𝗼 𝗮 𝗰𝘂𝗿𝗮𝗿 𝗰𝘂𝗲𝗿𝗽𝗼𝘀 𝘆 𝗮𝗹𝗺𝗮𝘀, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗻𝗼 𝗵𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗿𝗹𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗹𝗼 𝗵𝗮𝗰𝗲𝘀, 𝘀𝗶𝗻𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗼𝗷𝗮𝗿á𝘀 𝗹𝗼𝘀 𝗱𝗲𝗱𝗼𝘀 𝗲𝗻 𝘁𝘂 𝗯𝗼𝗰𝗮 𝘆, 𝗰𝗼𝗻 𝘁𝘂 𝘀𝗮𝗹𝗶𝘃𝗮, 𝗵𝗮𝗿á𝘀 𝗹𝗮 𝘀𝗲ñ𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗰𝗿𝘂𝘇 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗻𝘂𝗰𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗲𝗻𝗳𝗲𝗿𝗺𝗼. 𝗔 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝘀𝗲ñ𝗮𝗹, 𝗹𝗼𝘀 𝗰𝗶𝗲𝗴𝗼𝘀 𝘃𝗲𝗿á𝗻, 𝗹𝗼𝘀 𝘀𝗼𝗿𝗱𝗼𝘀 𝗼𝗶𝗿á𝗻, 𝗹𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗷𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗿𝗿𝗲𝗿á𝗻.𝗩𝗲𝗻𝗱𝗿á 𝘂𝗻 𝗮𝗽𝗼𝗰𝗮𝗹𝗶𝗽𝘀𝗶𝘀; 𝘁𝘂𝘀 𝗼𝗷𝗼𝘀 𝘃𝗲𝗿á𝗻 𝗴𝗿𝗮𝗻𝗱𝗲𝘀 𝘁𝗲𝗿𝗿𝗼𝗿𝗲𝘀. 𝗖𝗼𝗺𝗼 𝗮 𝗠í, 𝘁𝗲 𝘀𝗲𝗴𝘂𝗶𝗿á𝗻; 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗮 𝗠í, 𝘁𝗲 𝗰𝗿𝘂𝗰𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮𝗿á𝗻, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗻𝗼 𝘁𝗲𝗺𝗮𝘀, 𝗽𝘂𝗲𝘀, 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗻𝘁𝗼𝗻𝗰𝗲𝘀, 𝘆𝗮 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿á𝘀 ‘‘𝗰𝘂𝗿𝗮𝗱𝗮’’. 𝗠𝗼𝗿𝗶𝗿á𝘀 𝘁𝗿𝗮𝗻𝗾𝘂𝗶𝗹𝗮». Desapareció, y yo me quedé sorprendida. Tanto, que a la mañana siguiente tenía la boca llena de llaguitas; se ve que de la impresión. No me lo creía; no podría creérmelo. ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? Estas preguntas se repetían constantemente en mi cabeza. Inicié una actitud de rechazo que no sé cómo definir. Ahora, cuando lo pienso, encuentro mi reacción muy peligrosa. Empecé a pelearme con el Señor. Como si hablara con una persona que estuviera conmigo, le decía: «Tú ¿qué te has creído? Después de lo que estoy pasando, todavía te ríes de mí. Como soy tan ‘‘buena’’, quieres hacerme creer que Tú te me apareces. ¡Vamos, hombre! Eso no se lo cree nadie». En este plan pasaron un par de días en los que, de día y de noche, yo me peleaba con Él y le decía lo que se me ocurría, siempre con poco respeto. Pasados esos días, le puse un ultimátum. ¡Qué ignorancia la mía y cuánta paciencia tuvo conmigo! Le dije: «Mira, Tú dices que yo puedo curar. Mi suegra está enferma, tiene azúcar. Yo la curaré como Tú me has dicho. La mandaré a que se haga un análisis y, si se cura, creeré; si no, no. Así lo hice. Mandé a mi suegra a que se hiciera el análisis. Entonces oí una voz, que hubiera preferido no oír, rígida, fuerte, tajante: «𝗘𝘀𝗰ú𝗰𝗵𝗮𝗺𝗲. 𝗬𝗼 𝗦𝗼𝘆 𝘁𝘂 𝗗𝗶𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗜𝘀𝗿𝗮𝗲𝗹. 𝗛𝗲 𝘃𝗲𝗻𝗶𝗱𝗼 𝗮 𝗮𝗱𝘃𝗲𝗿𝘁𝗶𝗿𝘁𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗶 𝗻𝗼 𝗰𝗿𝗲𝗲𝘀 𝗲𝗻 𝗠í 𝗻𝗼 𝘃𝗲𝗿á𝘀 𝗹𝗮 𝗹𝘂𝘇. 𝗦𝗶 𝗰𝗿𝗲𝗲𝘀 𝗲𝗻 𝗠í, 𝘆 𝗰𝘂𝗺𝗽𝗹𝗲𝘀 𝗺𝗶𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗱𝗮𝘁𝗼𝘀, 𝗮 𝗺𝗶 𝗹𝗮𝗱𝗼 𝘃𝗶𝘃𝗶𝗿á𝘀 𝗩𝗶𝗱𝗮 𝗲𝘁𝗲𝗿𝗻𝗮». Esta voz, que escuché aterrada, sonó en mí como una sentencia. Tuve mucho miedo. En mi ignorancia, yo no sabía que Dios era de Israel. No quise ya saber nada más y me decidí a seguirlo. Si estaba loca, seguir a Dios no era malo; si era ilusión, tampoco lo era y, si era verdad, valía la pena seguirlo. 𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 ...
    Show More Show Less
    8 mins
  • 219 011 MI VIDA - MI LOCURA – Sexta parte UN ALMA EN CRISTO (1989) Libro 1
    Sep 21 2024
    Un alma en Cristo https://unalmaencristo.my.canva.site/redessociales 🎧 Audio 219 📘 Libro I Un alma en Cristo Capítulo II. MI VIDA Mi locura (VI) Otra cosa que creo que debo contar es referente a mi hermana Adelina. Explico lo más relevante pues es imposible acordarse de todo lo que me sucedía, y más cuando no pasaba día sin que me sucediera alguna cosa. Bien, mi hermana se puso enferma: le dio un ataque de piedras en el riñón. Estuvo bastante mal, a punto de operarla. El médico, de momento, no quiso operarla pues era muy joven, y quería ver si podía expulsar la piedra por ella misma. Al menor daño que sufriera, debíamos llevarla urgente a la operación. Llevé a mi hermana a aquel vidente. Éste le puso las manos sobre su cabeza, como había hecho conmigo. A mí me recomendó que, puesto que iba al curso de Física Mental, durante la meditación tratara de «ver» la piedra y cómo ésta se destruía. Yo así lo hacía. Pasaron unos quince días, en los cuales yo, durante la meditación, «destruía» la piedra del riñón de mi hermana. Llegó el día 22 de diciembre; era sábado, y yo no trabajaba los sábados. Cuando me desperté sentí una gran alegría; oía a los niños del colegio de San Ildefonso, que cantaban los números del sorteo de la lotería de Navidad; no sé por qué siempre me ha gustado oírlos. Enseguida pensé en la alegría que habría en España con la lotería, pues aquellos a quienes les tocara se pondrían muy contentos. Y dije estas palabras, exactamente: «Aunque a mí, la mayor lotería que me podría tocar, es que mi hermana expulsara la piedra». En ese mismo momento la «oí» caer. Su sonido era claro, como si alguien hubiese cogido una piedrecita y la hubiera tirado al lavabo. Con la seguridad de que mi hermana había expulsado la piedra, me puse una bata y me fui hacia el teléfono. Llamé a mi madre y le dije:
    «Mamá, ve a casa de la Adelina, que ya ha expulsado la piedra». Mi madre exclamó: «¡Hija, cada día estás más loca!». Colgué y después mi madre me explicó lo que había pasado. Mandó a mi padre a casa de mi hermana. Éste tenía llave de la puerta y podía entrar, pero como vio que todavía no se habían levantado, se volvió a su casa. Luego, cuando fue mi madre, mi hermana, llorando de alegría, se abrazó a ella, diciéndole: «Mamá, mamá, he expulsado la piedra. Me he levantado y he sentido como me arañaba algo. He ido al lavabo y la he expulsado». Mi madre sólo exclamaba: «¡Jesús! ¡Jesús!».
    Fueron al médico y éste les dijo si creían en los milagros, pues ése era uno. La piedra era cuadrada y con aristas, de forma que era prácticamente imposible expulsarla. 𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1989). 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐. 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰

    Show More Show Less
    6 mins
  • 218 010 MI VIDA – MI LOCURA Quinta parte UN ALMA EN CRISTO (1989) Libro 1
    Sep 21 2024
    🎧 Audio 218 📘 Libro I Un alma en Cristo Capítulo II. MI VIDA Mi locura (V) Seguía con los ejercicios de la Física mental al pie de la letra, pero no por ello, dejaban de ocurrirme cosas extrañas. Un día, en la meditación, vi un pozo blanco y, al lado, un anciano con unas grandes barbas blancas y una túnica del mismo color. Le pregunté quién era, y él me contestó que era San Pancracio, que había venido para decirme que leyera el salmo 118 de la Biblia, donde encontraría su vida. Insistía mucho en que lo hiciera. Yo, como era una ignorante en materia religiosa, no sabía que San Pancracio era joven, ni tampoco que en la Biblia no podía estar su vida. Por eso me lo creí. Cogí la Biblia y busqué el salmo indicado. Empecé a leerlo y de San Pancracio nada decía. Mientras leía oía una risa burlona que no paraba de reír. Me enfadé y le dije: «¿Sabes? Eres un mentiroso, que me has engañado. No quiero verte más». Cuando fui a la clase de Física mental, se lo comenté a una compañera. Ella me contestó: «No debes ser tan drástica. Dale una oportunidad al viejo para ver por qué te engañó». Pensé que podía tener razón y, cuando volví a casa e hice la meditación, volvió a salir. Me insistió en que era San Pancracio y en que debía leer con detenimiento el salmo 118. A pesar de mi ignorancia e incultura, pude apreciar que se trataba de un himno de acción de gracias por el alma salvada, cosa que me emocionó profundamente. Desde aquel día, San Pancracio –que así me decía que era– se convirtió en mi guía. Me hablaba mucho y todas sus palabras iban dirigidas a Dios. En su tono de voz había mucha dulzura. Recuerdo sólo dos frases de todo lo que me habló. ¡Me han pasado tantas cosas! Una decía así:
    «Amada mía, tú desde la tierra y yo, San Pancracio, desde el cielo, alabemos a Dios y que nuestras voces se unan en el infinito». La otra: «Tu alma, alma mía, se asemeja a un instrumento musical». –«¿Cuál?» –pregunté.»– «A un harpa». «¡Anda, –comenté yo– pues no me gusta! Y, ¿en qué me parezco?». Y él contestó: «En que mientras más alargo los brazos, no logro rodearla con ellos. Pero al menor roce de mi dedo, su sonido llega hasta el infinito. Me empezaron a pasar cosas que él me anunciaba. Por ejemplo, yo montaba chaquetas de punto en casa. Él me decía que debía dejar de hacerlo, pero yo no le hacía caso. Un día me dijo. «Si el dinero te entra por otro lado, ¿me prometes que no montarás más chaquetas?». Yo le contesté que sí. El sábado siguiente mi marido me dijo que había cobrado más. Yo le añadí: «¡Sí, unas dos mil pesetas, más o menos!». –«¿Cómo lo sabes?» dijo él.
    Me quedó una faldita por montar y le pregunté al supuesto San Pancracio qué debía hacer. Me dijo: «Móntala y el dinero se lo das a un pobre».Esta voz, que decía ser San Pancracio, estuvo conmigo unos seis meses. En ese tiempo sucedió algo importante para mí. La voz, casi al principio, me dijo que mi marido moriría, pero que rezara y pidiera al Padre por él. He de decir que mi marido estaba muy delgado. Había perdido casi veinte kilos y tenía mucho colesterol... y muy mala cara. Yo rezaba y pedía por él cada día. Tenía miedo de que la voz tuviera razón y que mi marido muriera. Un día llegó del trabajo cojeando. Le dolía un dedo del pie. A mí me dio lástima y le comenté: «Como voy a la Física mental y nos enseñan a curar con el poder de la mente, ven que voy a intentar quitarte el dolor». En las clases nos enseñan a curar, efectivamente, con el poder de la mente; pero esto se hacía en estado de meditación. Yo no lo hice así, sino como lo hacía el vidente a que yo había ido. Sentaba a la persona y le ponía las manos en la cabeza. Llamaba a cinco espíritus, entre ellos al de Santa Teresa de Jesús.
    Yo, mentalmente, los invoqué rogándoles que vinieran a ayudarme. Les decía: «Sé que vais a aquel señor y le ayudáis. Pues, si queréis, podéis ayudarme a mí». 𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1989). 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐. 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰
    Show More Show Less
    12 mins