• Lecturas Matutinas 30 de noviembre "Sin ninguna deuda"
    Nov 30 2024
    Sin ninguna deuda

    Amasías dijo al varón de Dios: ¿Qué, pues, se hará de los cien talentos que he dado al
    ejército de Israel? Y éste respondió: Jehová puede darte mucho más que esto (2 Crónicas
    25:9)

    Parece ser que ésta era una pregunta muy importante para el rey de Judá, y posiblemente es aún más importante para el cristiano tentado y probado. Perder dinero no es agradable en ningún tiempo, y aun cuando estén en juego los principios, la carne no siempre está dispuesta a hacer sacrificios. «¿Por qué perder lo que puede ser provechosamente empleado? La verdad misma, ¿no puede resultar demasiado cara? ¿Qué haremos sin el dinero? Tengamos presente a los hijos y nuestra escasa entrada.» Todas estas cosas y mil más podrían tentar al cristiano a extender su mano a ganancias injustas, y a dejar de poner en obra sus convicciones, cuando éstas implican serias pérdidas. No todos los hombres pueden ver estas cosas a la luz de la fe, y aun entre los seguidores de Jesús la doctrina de «nosotros tenemos que vivir» tiene mucho peso.

    De Jehová es darte mucho más que esto, es una respuesta muy satisfactoria para esa ansiosa
    pregunta. Nuestro Padre tiene la llave de nuestra caja y lo que perdemos por su causa Él lo reintegra con mil tantos. Obedezcamos su voluntad y estemos seguros de que Él nos proveerá lo necesario. El Señor nunca tendrá deudas con ningún hombre. Los santos saben que un grano de tranquilidad vale más que una tonelada de oro. El que tiene buena conciencia ha ganado una riqueza espiritual mucho más deseable que todo lo que ha perdido, aunque tenga que vestirse con un traje gastado. Un calabozo con la aprobación del Señor es suficiente para un corazón veraz, pero un palacio sin su aprobación sería un infierno. Deja que suceda lo peor, que se pierdan todos los talentos, nosotros no hemos perdido nuestro tesoro, pues está en el cielo donde está Cristo a la diestra de Dios.
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  • Lecturas Matutinas 29 de noviembre "Poniendo freno a nuestra lengua"
    Nov 29 2024
    Poniendo freno a nuestra lengua

    No andarás chismeando entre tu pueblo... razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado (Levítico 19:16-17)

    El chismoso despide un veneno triple, pues daña al que cuenta el chisme, al que lo oye y a aquel a quien se refiere. Por este precepto de la Palabra de Dios se nos prohíbe divulgar el rumor, sea éste verdadero o falso. La reputación de los hijos de Dios tiene que ser para nosotros muy preciosa, y tendríamos que considerar como afrenta el ayudar al diablo a deshonrar a la Iglesia y al Señor. Algunas lenguas necesitan un freno. Muchos se gozan en denigrar a sus hermanos, como si, obrando así, se enaltecieran. Los hijos prudentes de Noé cubrieron la desnudez de su padre con un manto, pero el que se expuso a mirarla recibió una espantosa maldición. Quizás nosotros mismos, al pasar alguna vez por esos tristes días, necesitemos que nuestros hermanos nos muestren clemencia y guarden silencio. Procedamos, pues, de ese modo con aquellos que ahora están en esa situación.

    Sin embargo, el Espíritu Santo nos permite censurar el pecado y nos enseña la manera cómo hacerlo. Debemos hacerlo reprendiendo a nuestro hermano en su cara y no hablando mal de él a sus espaldas. Esta forma de reprender es varonil, fraternal y cristiana, y con la bendición de Dios será provechosa. ¿La carne no quiere obrar así? Entonces tenemos que prestar más atención a la conciencia y ceñirnos estrictamente a la obra, no sea que por tolerar el pecado en nuestro amigo nos hagamos participantes de él. Centenares de personas han sido libradas de graves pecados por las exhortaciones hechas a tiempo, con prudencia y amor por los pastores y otros hermanos fieles. En la amonestación dada a Pedro, en la oración que la precedió y en la humildad con que soportó su arrogante negación, nuestro Señor nos dio un ejemplo de cómo tratar a los que yerran.
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  • Lecturas Matutinas 28 de noviembre "El cristiano no niega la verdad"
    Nov 28 2024
    El cristiano no niega la verdad

    Mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de
    cómo andas en la verdad (3 Juan 3)

    La verdad estaba en Gaio y Gaio andaba en la verdad. Si lo primero no hubiese sido cierto no habría ocurrido lo segundo; y si lo segundo no se hubiese podido decir, lo primero habría sido una mera pretensión. La verdad debe entrar en el alma, penetrar en ella y saturarla, de lo contrario no tiene valor alguno. Las doctrinas que solo se profesan como credo, son semejantes al pan en la mano: no suministran alimento al cuerpo. Pero la doctrina aceptada por el corazón es como el alimento digerido, que, por asimilación, sostiene y vigoriza el cuerpo. La verdad debe ser en nosotros una fuerza viva, una energía activa, una realidad permanente y una parte de la trama y urdiembre de nuestro ser. Si la verdad está en nosotros, no podremos, en adelante, deshacernos de ella. Un hombre puede perder sus vestidos o los miembros de su cuerpo, pero sus órganos interiores son vitales, y no pueden ser arrancados sin la pérdida de la vida. Un cristiano puede morir, pero no puede negar la verdad. Es una ley de la naturaleza que lo interno afecta lo externo. La luz resplandece desde el centro del farol a través del vidrio. Cuando la verdad se enciende dentro del corazón, su resplandor pronto se manifiesta en la vida y en la conversación. Se dice que los alimentos de ciertos gusanos dan color al capullo de seda que ellos hacen. De la misma manera el alimento del cual vive el hombre interior da a sus palabras y obras un tinte peculiar. Andar en la verdad denota una vida de integridad, santidad, fidelidad y sinceridad, que es el resultado de los principios de verdad que nos enseña el Evangelio y que el Espíritu Santo nos permite recibir. ¡Oh Espíritu de gracia!, permítenos ser hoy regidos y gobernados por tu santa autoridad, de suerte que nada falso o pecador reine en nuestros corazones.
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  • Lecturas Matutinas 27 de noviembre "Todo lugar es ahora templo de Dios"
    Nov 27 2024
    Todo lugar es ahora templo de Dios
    Al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová (Zacarías 3:1)

    En Josué, el gran sacerdote, vemos una imagen de todos los hijos de Dios, los cuales han sido
    hechos cercanos por la sangre de Cristo y enseñados a servir en las cosas santas y a entrar hasta
    dentro del velo. Jesús nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios, y aun aquí en la tierra ejercemos el sacerdocio de una vida consagrada y de un servicio santificado. Pero se dice que este gran sacerdote «estaba delante de Jehová»; esto es, estaba para ministrar. Ésta debiera ser la perpetua posición de todo verdadero creyente.
    Todo lugar es ahora templo de Dios, y los creyentes pueden servir al Señor tanto en sus ocupaciones diarias como en sus casas. Ellos están siempre «ministrando», ofreciendo sacrificios espirituales de oración y alabanza, y presentándose como «sacrificio vivo». Ahora bien, observa dónde estaba Josué para ministrar: «estaba delante del ángel de Jehová». Es solo por medio de un mediador que nosotros, impuros pecadores, podemos llegar a ser sacerdotes para Dios. Lo que tengo lo presento delante del mensajero, el ángel del pacto, el Señor Jesús; y por medio de Él mis oraciones, ocultas en las suyas, son aceptadas, y mis alabanzas se hacen fragantes al ser atadas con los manojos de mirra, áloes y casia del jardín de Cristo. Si no le puedo llevar otra cosa que lágrimas, Él las pondrá con las suyas en su redoma, pues Él también lloró una vez. Si no le puedo llevar otra cosa que gemidos y suspiros, Él los aceptará como sacrificio acepto, pues una vez Él también sintió quebrantado su corazón y gimió profundamente en espíritu. Yo mismo, estando delante de Él, soy acepto en el Amado; y todas mis contaminadas obras, aunque en sí mismas solo merecen el aborrecimiento divino, son empero recibidas de tal modo que Dios percibe en ellas olor de suavidad. Él está satisfecho y yo soy bendecido.
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  • Lecturas matutinas 26 de noviembre "Buscando toda fuerza y ayuda en Él"
    Nov 26 2024
    Buscando toda fuerza y ayuda en Él
    Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas (Eclesiastés 9:10)

    «Todo lo que te viniere a la mano para hacer» se refiere a los trabajos que son posibles. Hay muchas cosas que nuestro corazón halla para hacer, que no haremos nunca. Está bien que ellas estén en nuestro corazón, pero si queremos ser eminentemente útiles, no hemos de estar satisfechos con hacer proyectos en nuestro corazón y hablar de ellos, sino tenemos que llevarlos a cabo. Una buena obra vale más que mil brillantes teorías. No aguardemos experiencias excepcionales ni una clase distinta de obras, sino hagamos día por día «lo que nos viniere a la mano para hacer». Nosotros no tenemos otro tiempo que el presente en que vivir. El pasado se ha ido; el futuro no ha llegado; nunca, pues, tendremos otro tiempo que el presente. No esperes, entonces, hasta que tu experiencia entre en la madurez antes de intentar servir a Dios. Esfuérzate en llevar fruto. Sirve a Dios ahora, pero mira bien cómo realizas aquello que te viniere a la mano para hacer: «hazlo según tus fuerzas». No desperdicies tu vida pensando en lo que te propones hacer mañana, como si eso pudiera compensar el ocio de hoy. Ningún hombre sirvió jamás a Dios «haciendo cosas mañana». Glorificamos a Cristo y recibimos bendiciones de Él por las cosas que hacemos hoy. Cualquier cosa que hagas por Cristo, pon en ella toda tu alma. No presentes a Cristo una obra desganada, hecha de vez en cuando como algo común. Cuando lo sirvas, sírvele, más bien, con todo tu corazón, toda tu alma y toda tu fuerza. Pero ¿dónde está la fuerza de un cristiano? No en sí mismo, pues él es una perfecta debilidad. Su fuerza reside en el Señor de los ejércitos. Busquemos, pues, su ayuda. Obremos con oración y con fe; y cuando hayamos terminado lo que nuestras manos hallaron para hacer, esperemos una bendición del Señor. Lo que hagamos así, estará bien hecho.
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  • Lecturas Matutinas 25 de noviembre "Libertad justa, perpetua y gratuita "
    Nov 26 2024
    Libertad justa, perpetua y gratuita
    A pregonar libertad a los cautivos (Lucas 4:18)

    Ninguno, excepto Jesús, puede liberar a los cautivos. La verdadera libertad viene solo de Él. Es ésta una libertad justamente otorgada, pues el Hijo, heredero de todas las cosas, tiene derecho a libertar a los hombres. Los santos veneran la justicia de Dios, que ahora les asegura la salvación. Esta libertad fue comprada a un precio elevado. Cristo habló de ella con su poder, pero la compró con su sangre. Él te hace libre, pero a costa de su prisión; te liberta porque Él llevó tu carga; te pone en libertad porque Él sufrió en tu lugar. Pero, aunque esa libertad la compró a un precio elevado, te la da, sin embargo, gratuitamente. Jesús no pide nada de nosotros como preparación para recibir la libertad. Nos ve sentados en saco y en ceniza y pide que nos pongamos los bellos atavíos de la libertad. Él nos salva tal como somos, y lo hace todo sin nuestra ayuda y sin nuestros méritos. Cuando Jesús nos pone en libertad, esa libertad está perpetuamente asegurada, ninguna cadena nos atará otra vez. Es suficiente que el Maestro diga: «Cautivo, yo te he libertado», para que yo quede libre para siempre. Satán procurará esclavizarnos, pero si el Señor está a nuestro lado, ¿a quién temeremos? El mundo con sus tentaciones buscará engañarnos, pero el que está por nosotros es más poderoso que los que están contra nosotros. Las maquinaciones de nuestro engañoso corazón nos acosarán, pero el que empezó en nosotros la buena obra, la proseguirá y perfeccionará hasta el fin. Los enemigos de Dios y los enemigos del hombre pueden reunir sus huestes y venir en contra de nosotros con renovada furia, pero si Dios nos liberta, ¿quién nos puede condenar? El águila que asciende hasta su nido y se remonta hasta las nubes, no es más libre que el alma libertada por Cristo. Si no estamos bajo la ley, libres de su maldición, exhibamos en forma práctica nuestra libertad, sirviendo a Dios con gratitud.
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  • Lecturas Matutinas 24 de noviembre "Él nos provee de toda necesidad"
    Nov 24 2024
    Él nos provee de toda necesidad
    Jehová será para con nosotros…lugar de ríos, de arroyos muy anchos”.
    Isaías 33:21.

    Los ríos y arroyos anchos traen a la tierra fertilidad y abundancia. Los lugares que están cerca de
    los ríos anchos son notables por la variedad de sus plantas y por lo abundante de sus cosechas. Dios es todo esto para su Iglesia. Teniendo a Dios, la Iglesia tiene abundancia. ¿Qué puede ella pedir que él no le dé? ¿Qué necesidad puede mencionar, que él no supla? “Jehová de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos convite de engordados”. ¿Necesitas el pan de vida? Ese pan cae del cielo como el maná. ¿Necesitas arroyos refrescantes? La roca te sigue, y esa Roca es Cristo. Si padeces de alguna necesidad es por culpa tuya. Si “estás estrecho, no estás estrecho en él, sino en tus propias entrañas”. Los ríos y arroyos anchos indican comercio. Nuestro glorioso Señor es para nosotros un lugar de mercadería celestial. Por medio de nuestro Redentor comerciamos con el pasado. Las riquezas del Calvario, los tesoros del pacto, las riquezas de la elección y los depósitos de la eternidad han llegado hasta nosotros por el amplio arroyo de nuestro bondadoso Señor. Comerciamos también con el futuro. ¡Qué galeras cargadas hasta el borde llegaron a nosotros del milenio! ¡Qué visiones hemos tenido de los días del cielo sobre la tierra! Por medio de nuestro Señor comerciamos con los ángeles; tenemos comunión con los brillantes espíritus, lavados en la sangre, que cantan delante del trono; más aun: tenemos comunión con el Infinito. Los ríos y arroyos anchos están especialmente destinados a exponer la idea de seguridad. Antiguamente los ríos eran una defensa. ¡Oh amados, qué defensa es Dios para su Iglesia! El demonio no puede cruzar este amplio río de Dios. ¡Cómo le gustaría desviar la corriente! Pero no temas, pues Dios permanece inmutablemente el mismo. Satán puede angustiarnos, pero no destruirnos.

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  • Lecturas Matutinas 23 de noviembre "El discípulo no tiene que ser más que su Maestro"
    Nov 23 2024
    El discípulo no tiene que ser más que su Maestro
    Comunión con Él (1 Juan 1:6)

    Cuando por la fe fuimos incorporados a Cristo pasamos a tener una comunión tan íntima con Él que llegamos a ser uno. Sus intereses y los nuestros se hicieron mutuos e idénticos. Nosotros tenemos comunión con Cristo en su amor. Lo que Él ama, lo amamos nosotros. Él ama a los santos; nosotros también. Él ama a los pecadores; nosotros igual. Él ama a la pobre especie humana, que está pereciendo, y desea ver los desiertos de la tierra transformados en jardín del Señor; y así lo deseamos nosotros. Nosotros tenemos comunión con Él en sus deseos. Él desea la gloria de Dios; y nosotros trabajamos para lo mismo. Él desea que los santos estén donde Él está; y nosotros deseamos estar con Él. Él desea derrotar al pecado; y nosotros luchamos bajo su bandera. Él desea que el nombre de su Padre sea amado y adorado por todas sus criaturas; y nosotros oramos a diario: «Venga tu reino, Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra». Nosotros tenemos comunión con Cristo en sus sufrimientos. No somos clavados en la cruz ni morimos de muerte cruel, pero si Él es vituperado, lo somos igualmente nosotros. Nos es muy agradable ser afrentados por su causa, ser despreciados por seguir al Maestro y tener el mundo en contra de nosotros. El discípulo no tiene que ser más que su Maestro. Dentro de nuestra capacidad también tenemos comunión con Él en sus labores, ministrando a los hombres con la palabra de verdad y con las obras de amor. Nuestra comida y bebida, como fue la de Él, es hacer la voluntad del que nos envió y acabar su obra.
    También tenemos comunión con Cristo en sus goces. Somos felices en su felicidad y nos gozamos
    en su exaltación. Creyente, ¿has proba-do alguna vez aquel gozo? No hay en la tierra placer más
    puro y conmovedor que tener en nosotros el gozo de Cristo, para que nuestro gozo sea cumplido.
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